Con las actuales tasas de crecimiento, el tiempo necesario para que se duplique el consumo mundial de energía es de unos 50 años. La crisis que se anuncia, y que ya muestra sus primeros síntomas, no es más que la manifestación de un crecimiento exponencial en un medio ambiente que tiene límites.
Límites y posibilidades
¿Es posible estimar las escalas de tiempo que entran en juego? . Una primera tentativa consiste en calcular el tiempo que requiere el consumo para duplicarse. Otra manera de proceder sería calcular la relación entre las reservas estimadas de un recurso y el consumo anual actual. El valor obtenido estará por encima del tiempo real de agotamiento del recurso considerado, pues implícitamente contiene la hipótesis -hoy no verificable- de una estabilidad del consumo. Según se consideren las reservas probadas o las reservas últimas, el tiempo necesario para que se agoten el petróleo, el gas natural y el uranio, varía entre 40 y 120 años. La situación es más favorable respecto del carbón, que desaparecería entre 220 y 850 años.
Desde el punto de vista de los recursos fósiles, se acerca la medianoche...
¿Qué posibilidades hay de prolongar la cuenta regresiva?. La primera, que resulta evidente, consiste en pasar a un tipo de desarrollo más lento, de crecimiento cero, o negativo. Esa medida resulta indispensable, aun cuando su aplicación a escala mundial parece muy difícil a causa de la fuerte demanda de energía. Sin embargo, cada paso en esa dirección tiene el mérito de hacernos ganar un poco de tiempo sobre la inexorable desaparición de los recursos fósiles.
Por otra parte, la captación de la energía solar, eólica, geotérmica, hidráulica, de biomasa, de las mareas, de las olas o de fuentes térmicas marinas, también permitirá desacelerar el agotamiento de los combustibles fósiles. Sin embargo, excluyendo la energía solar, la potencia disponible en las fuentes de energía renovables sólo supera unas pocas veces a la consumida en la actualidad. Si el crecimiento planetario del consumo continúa al ritmo actual, llegará el día en que el gasto de energía saturará las capacidades de renovación. Por lo tanto, la potencia disponible en esas fuentes de energía, pone un límite al crecimiento del consumo energético humano, pero con una ventaja indiscutible respecto de las energías fósiles: las reservas se renovarán.
En cambio, la Tierra recibe del Sol una potencia 13.000 veces superior a la que consume la humanidad. El Sol brilla a causa de su alta temperatura -de unos 6.000 grados en la superficie- y en un poco más de una millonésima de segundo irradia la misma cantidad de energía que la humanidad produce en un año.
Así, a escala humana, ese astro constituye una fuente aparentemente inagotable: brilla desde hace 4.500 millones de años, y seguirá haciéndolo durante aproximadamente otro tanto. Si brilla intensamente desde hace tanto tiempo es porque extrae su energía del corazón de los núcleos atómicos: en las regiones centrales más calientes, las reacciones de Ia fusión termonuclear liberan la energía transformando cuatro núcleos de hidrógeno en un núcleo de helio. Captar una fracción apreciable de esa energía cambiaría radicalmente las escalas de tiempo que están en juego. ¿Cómo hacerlo? Además de los métodos tradicionales (captores solares de tipo fotovoltaicos o térmicos) existen dos ambiciosos proyectos que tratan de abrir un camino en esa dirección.
El primero, consiste en construir una gigantesca torre solar, está en vías de experimentación; el segundo, que prevé la puesta en órbita de una estación solar, aún está en estudio.
La estructura más alta, nunca construída por el ser humano, podría alzarse en el Outback australiano. La compañía australiana EnviroMission proyecta erigir allí una torre solar de más de un kilómetro de alto, capaz de generar una potencia de 200 megavatios . A nivel de la superficie, la torre tendrá una sección del tamaño de un campo de fútbol y se situará en el centro de una estructura de vidrio de más de 7 kilómetros de radio.
Su funcionamiento es simple: la luz del Sol calentará el aire situado bajo el techo de vidrio, que estará inclinado, de manera que el aire caliente se eleve hacia la torre. En ella será canalizado para accionar turbinas cuya rotación generará electricidad las 24 horas del día. A pesar de que la radiación solar es, por naturaleza, intermitente, el calor almacenado en el suelo, bajo el colector de vidrio, representará una fuente extra durante la noche. Esa torre será una versión gigante del prototipo de "chimenea solar" inventado y construído por el ingeniero alemán Schlaich Bergerman en 1982, cerca de Manzanares, en España.
Casi toda la energía que irradia nuestra estrella se pierde en el infinito, dado que la Tierra sólo intercepta la mitad de la mil millonésima parte. ¿Por qué no captar entonces esa radiación desde el espacio?
La ausencia de alternativa día/noche permitiría alimentarse del Sol permanentemente. Además, la ausencia del filtro que representa la atmósfera multiplicaría por ocho la potencia recibida. Durante los años 1995- 2000, la NASA lanzó el programa de investigación y de desarrollo tecnológico Space Solar Power, para realizar los estudios previos a la construcción de grandes estaciones solares orbitales, capaces de producir cientos de megavatios, y hasta algunos gigavatios. Grandes paneles fotovoltaicos captarían los rayos del Sol, cuya energía sería luego transportada bajo la forma de ondas centimétricas. Una experiencia de ese tipo tuvo lugar en la isla de la Reunión, donde la utilización de microondas permitió suministrar energía a los habitantes de un valle de difícil acceso. Otros países se mostraron interesados por ese proyecto.
A comienzos de 2001 Japón anunció su intención de realizar un centro solar orbital antes de 2040. Ese satélite estaría equipado con dos paneles gigantes de un kilómetro por 3 kilómetros, y pesaría unas 20.000 toneladas.
Si el consumo humano de energía siguiera su actual progresión a largo plazo, únicamente el Sol será capaz de suministrarla en cantidad suficiente. Sin embargo, hay una fecha límite teórica: la del día en que el aumento del consumo obligue a captar toda la potencia de su radiación. Esa fecha no estaría tan lejos como imaginamos: se la alcanzaría al cabo de 3.200 años de un crecimiento anual del 1%.
También el Sol es finito.
Roland Lehoucq
Astrofísico de la
Comisión de Energía
Atómica Francesa
| volver al sumario | |